Page 146 - Le Operazioni Interforze e Multinazionali nella Storia Militare - ACTA Tomo I
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146 XXXIX Congresso della CommIssIone InternazIonale dI storIa mIlItare • CIHm
se unió de nuevo a los españoles y derrotó a las tropas imperiales en Velletri (1744). En
el norte, las tropas franco-españolas se impusieron al ejército sardo en la batalla de Ma-
donna del Olmo (1744). Éste fue el anticipo de la victoriosa campaña de 1745, en la que
los dos ejércitos españoles se reunieron a las tropas francesas y genovesas, de foma que
Gages conseguía batir a los austriacos en Bassignano y el infante don Felipe entraba en
la ciudad de Milán. Sin embargo, a pesar de una nueva victoria en Codogno, el ejército
borbónico fue derrotado de forma contundente en Plasencia (junio de 1746) y expulsado
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del valle del Po . A partir de entonces no hubo ya más operaciones de importancia y, tras
la paz de Aquisgrán (1748), los austriacos se mantuvieron en el norte de Italia aún a cos-
ta de reconocer la soberanía del infante don Felipe sobre Parma, Plasencia y Guastalla.
Estas últimas campañas pusieron de manifiesto la renovada potencia militar de la
monarquía española, que fue capaz de organizar y llevar a cabo varias expediciones a
Italia aún sin contar con el dominio del Mediterráneo. En este sentido, cuando la neu-
tralidad del Reino Unido no fue posible, la alianza con Francia permitió abrir una vía
terrestre para el suministro del ejército del infante Don Felipe, aunque el desembarcado
en la Toscana dependiera más de la armada. Desde el punto de vista táctico, el ejército
español y sus aliados se impusieron en numerosas ocasiones a las tropas imperiales, si
bien la superioridad local en número de fuerzas determinó la iniciativa de las opera-
ciones. El principal problema de la coalición franco-española fue la inexistencia de un
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mando único capaz de llevar a cabo una estrategia conjunta . Los dos primeros Pactos
de Familia resultaron ser un acuerdo de alta política para aunar esfuerzos contra Austria,
aunque la diplomacia del momento jugara a distintas bandas y no se considerara inmoral
concluir acuerdos separados. Esta ambigüedad política se trasladaba al campo de bata-
lla, donde los generales habían de seguir puntualmente los dictados de la corte, presentar
batalla o retirarse, sin tener en cuenta ni el terreno ni el estado de las fuerzas presentes
ni el parecer de su aliado. Durante la Guerra de Sucesión austriaca estas circunstancias
fueron aún más determinantes, dada la amplitud de las alianzas y los intereses muchas
veces encontrados de las partes: Francia-España-Napolés-Génova-Módena contra Aus-
tria-Piamonte-Gran Bretaña. La paz en Italia dependió a la postre del reajuste global de
fuerzas en el continente y del esfuerzo diplomático por satisfacer a todas las partes en
liza. Uno de los grandes triunfadores de estas guerras fue el duque de Saboya, rey de Pia-
monte y Cerdeña, que adquirió nuevos territorios en el norte de Italia y salió fortalecido
política y militarmente. Instalado su trono en Turín, y tras la época napoleónica, el duque
de Saboya sería uno de los motores principales de la unificación italiana y se convertiría
en el primer rey de Italia (1861).
Para España, en cambio, las campañas italianas del siglo XVIII pusieron en evidencia
que el ejército español estaba sirviendo a los intereses de la dinastía borbónica más que a los
de la nación –una de las características de los ejércitos profesionales de la época– poniendo
en manos de sus monarcas unos territorios que antaño habían formado parte esencial de la
monarquía hispánica y que fueron cedidos a los hijos segundones de Felipe V para crear
nuevos Estados independientes y de difícil vinculación a España en un futuro próximo.
10 Ver apéndice documental, nº 9.
11 Ver apéndice documental, nº 10.