Page 155 - Le Operazioni Interforze e Multinazionali nella Storia Militare - ACTA Tomo I
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Los franceses en todo este tiempo vieron los toros desde el balcón: dicen que Mr.
de Court hizo señal de virar a su vanguardia, y que no fue visto; se supo que habiendo
virado Mr. Gavaret le mandó no lo executase sobre los enemigos, sino que arribase sobre
él; que Mr. de Court viró con tres ó quatro navios hacia los ingleses que hacian la van-
guardia; pero estando cerca de ellos ni unos ni otros hicieron fuego.
Todas estas circunstancias manifestaron en esta ocasión la poca gana que tenían de
cumplir su proyecto de atacar á los ingleses con espada en mano. Lo fixo es que si Mr.
de Court ataca, después de hacer virar de bordo a un tiempo a sus dos esquadras, los
ingleses quedan perdidos.
La fortuna de mi navio consistió en que, por grande esfuerzo que hicieron los in-
gleses para desarbolarle, nunca lo lograron, aunque vieron caer la verga mayor, y estar
hecha polvo la xarcia, y pasados de balazos palos, vergas, y casi sin velas.
Este combate ha costado la vida en el Real al capitan Geraldino, a mi segundo ayu-
dante Padilla y al capitán de granaderos, y herido yo y tres oficiales y dos guardias-mari-
nas Roco y Espadero, y cincuenta y seis muertos de la tripulación, y ciento y diez y ocho
sin piernas ó brazos, doscientos setenta de menores heridas toda la gente del alcázar o
muerta o herida.
En los demás navios ha habido otras desgracias de oficiales y guardias-marinas que,
por no dilatarme, no los nombro.»
Doc. 9. Crisis de la alianza franco-española en 1746.
BUONAMICI, Castro: Comentarios o Memorias de la sorpresa de Veletri, y de la
Guerra de Italia. Plácido Barco López. Madrid, 1788, pp. 212-214.
«Lo cierto es que con aquella conferencia y tratados de paz (entre Cerdeña y Francia)
de tal modo se entorpecieron los Franceses, que parecían estar dormidos, y sin acción
para la guerra. Pero el Rey de Cerdeña, siempre vigilante, y atento a no perder la ocasión
y el tiempo, tomó de sorpresa la Ciudad de Hasti; y alegre con la discordia, que por la
diferencia de genio, y naturales, de día en día era mayor entre Franceses y Españoles,
esperaba que en breve tiempo no solo resarciría los daños recibidos, sino que aumentaría
con ventajas sus intereses.
Más los Borbones comenzaron a estar entre sí muy discordes, primeramente a escon-
didas, y después a las claras. Habían partido a Milán los Españoles con mucha repugnan-
cia de los Franceses; y contra lo que de común consentimiento se había determinado en
el Consejo de Guerra, emprendieron con mucho esfuerzo la conquista de aquella plaza,
con lo cual se hacían odiosos a sus aliados, descubriendo su intempestiva codicia, y al
mismo tiempo, dividiendo fuerzas, se hacían más débiles para resistir a los enemigos;
pero no por eso desistían los Españoles de su empresa. Por todas vías se conducían a Mi-
lán los pertrechos necesarios para conquistar la plaza, y hecha ya la trinchera, se ponían
baterías, sin que entretanto los Jefes y Comandante del Ejército, que estaban alojados
en la Ciudad, dejasen de divertirse con escenas, juegos y bailes, de suerte que causaba
admiración ver que por una parte la Ciudad estaba vuelta y llena de confusión con los
aparatos de guerra, y por otra parte se divertía con bailes y varios entretenimientos. Pero