Page 178 - Le Operazioni Interforze e Multinazionali nella Storia Militare - ACTA Tomo I
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           para las operaciones que habrían de realizarse entre el norte y sur de España.  El motivo
           por el que fue Portugal, y no España, el lugar elegido para el desembarco quizás nunca
           lleguemos a saberlo. Parece ser que Wellesley prefería incluso esta última opción pero
           las autoridades españolas rechazaron cualquier otra ayuda que no fuese dinero y arma-
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           mento.  Otra decisión táctica adoptada antes del desembarco y que a la larga demos-
           traría ser fundamental fue, aunque esto parezca en principio irrelevante, que las tropas
           debían dejar a bordo sus mochilas y los oficiales su equipaje.  Esto permitía a su vez
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           que las tropas se desplazasen con mayor velocidad por las rutas elegidas mientras que
           los buques les seguían de cerca con todos los pertrechos. Desde un principio las fuerzas
           británicas contaron con el apoyo de la población portuguesa, clave también del éxito en
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           toda operación anfibia.   La Flota portuguesa permanecía mientras tanto ausente puesto
           que en noviembre de 1807 se había ordenado su traslado a Brasil con objeto de evitar
           que cayera en manos francesas,  si bien una escuadra todavía permanecía fondeada en
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           Lisboa en 1808. El 10 de agosto el ejército de Wellesley junto con la caballería portu-
           guesa, al mando del General Freire, iniciaron la marcha hacia Lisboa por la costa. Junto
           a ellos y siguiéndoles de cerca navegaban los buques de la Royal Navy actuando de
           transporte y ocasionalmente como artillería de apoyo. La decisión de seguir la ruta que
           discurre por la costa, mucho más larga y expuesta que por los caminos del interior, tenía
           su propio razonamiento operacional: Wellesley se aseguraba así la ventaja de contar con
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           los refuerzos y pertrechos a bordo de los barcos de manera inmediata.  La ruta era más
           larga y expuesta, sí, pero a la larga permitía que la estrategia no quedase subordinada a la
           necesidad logística y no al revés, que es justo el principal error cometido por los france-
           ses, subyugados siempre por los imperativos de la logística terrestre. Además, el empleo
           de la marina permitía al general británico desplazar sus tropas y pertrechos al punto
           deseado con mucha más rapidez que los franceses podían hacerlo por tierra e incluso,
           llegado el caso, utilizar los buques para evacuar su ejército en caso de necesidad. El do-
           13   Dispatches, Vol. IV, p. 32.
           14   Algún autor ingles, por ejemplo WESTMORLAND, p. 3, apunta al “sentimiento mezcla de orgullo y envidia
              que con tanta frecuencia ha estado a punto arruinar los asuntos de España.” Lo cierto es que las autoridades
              españolas sospechaban de las intenciones británicas y tenían sobrados motivos para ello. España e Inglaterra
              habían sido enemigos tradicionales durante siglos, siendo la rivalidad por el dominio del mar uno de los
              motivos. Además, la ocupación de Gibraltar por una fuerza anglo-holandesa durante la Guerra de Sucesión
              española (1701-1714) y su polémica posesión posterior por parte de Gran Bretaña vino a empeorar todavía
              más la ya difícil relación hispano-británica. A día de hoy, el Peñón sigue siendo fuente permanente de conflicto
              entre ambos países a nivel diplomático y legal.
           15  Dispatches,  Vol.  IV,  p.  37. Aunque  parezca  una  ironía,  en  aquella  época  se  decía  que  en  los  ejércitos
              napoleónicos la posibilidad de ascender a los grados más altos de la carrera militar era tal que cada soldado
              de los ejércitos napoleónicos llevaba en su mochila le batôn de maréchal de France. ¡Qué hilaridad! Mientras
              que el soldado Francés marchaba a veces hasta el agotamiento debido al equipo que debía portar, el soldado
              británico mientras tanto dejaba atrás su mochila para ganar movilidad táctica. Sin duda, los ejércitos de
              Wellesley no hubieran gozado de esa ventaja de no haber sido por el apoyo prestado por la Royal Navy a
              las operaciones terrestres. Esto demuestra que la colaboración entre las fuerzas terrestres y navales o por así
              decirlo, las operaciones “conjuntas”, jugaron un papel crucial en esta guerra.
           16   Dispatches, Vol. IV, p. 67.
           17   Dispatches, Vol. IV, p. 55.
           18   WESTMORLAND, pp. 10-11.
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