Page 247 - Conflitti Militari e Popolazioni Civili - Tomo I
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          nal “partida de caza a la española”, se conoce, la encontramos como expresión poco habitual
          “petite guerre” en 1811, en el periódico oficial imperial Le Moniteur. es también este mismo
          rotativo el que informa tres años después de la adopción de la guerrilla en las zonas del sur
          de Francia ocupadas por los aliados: Depuis que l’on a commencé à former des compagnies
          franches, tous les Basques se sont levés en masse et harcèlent l’armée anglaise de toute part.
          Ce genre de guerre convient également à la nature du pays et au caractère de ces actifs et
          intrépides montagnards. Accoutumés à manier avec adresse leurs fusils de chasse, ils tuent
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          souvent les coureurs et les éclaireurs de l’ennemi. .
          la iMPerfecta integración PueblO-ejércitO en la guerra y en la
          defensa urbana.
             Al hablar del conflicto entre la ciudadanía, el paisanaje armado y más o menos militari-
          zado y el estamento militar en el esfuerzo común contra el invasor, se hace imprescindible
          señalar las razones previas de prevención hacia todas las autoridades constituidas y muy
          especialmente hacia las militares.
             Los planes napoleónicos de ir ocupando ladinamente y sin oposición diversas fortalezas
          clave de la defensa territorial, alegando necesidades de sus tropas en supuesto tránsito hacia
          Portugal, se habían ido cumpliendo sistemáticamente privando de ellas al incauto y deferente
          gobierno español, a veces en circunstancias grotescas si no fueran trágicas.
             En Pamplona, donde se venía alojando y asistiendo a los franceses como aliados, la ciu-
          dadela había permanecido, lógicamente, en manos españolas. Por ello que el general D’Ar-
          magnac había recurrido al ardid de ocultar en su alojamiento a un grupo de granaderos y
          mandando a otro «de paseo» que simulaba jugar con la nieve que se aproximase al cuerpo de
          guardia, entre unos y otros se habían apoderado de la fuerza, sin que de nada hubiesen servi-
          do las protestas oficiales (16 de febrero 1808). Cuatro días después le tocado a las defensas de
          Barcelona. En la ciudadela, donde ya se conocían los hechos de Pamplona, había vuelto sin
          embarco a suceder lo mismo: con el pretexto de cumplimentar al gobernador de la Ciudadela
          se había presentado ante ella la tropa francesa formada. Franqueadas gentilmente las puertas
          a sus mandos militares, había sido cogida prisionera toma su guarnición, mientras Álvarez de
          Castro recibía órdenes escritas de entregar Montjuich cuando ya se aprestaba para su defensa
          de su capitán general, el conde de Ezpeleta que se había dado por satisfecho con la explica-
          ción de Duhesme de querer dirigirse a Cádiz por esa extraña vía. El 5 de marzo, la ciudad y la
          fortaleza de San Sebastián habían recibido orden expresa de abrir sus puertas a los franceses
          de Thouvenot que ante las iniciales vacilaciones alegado una razón tan inconsistente como
          la de querer establecer allí un hospital. Otros cinco días más tarde, el 10 de marzo, la llave
          de la modernísima fortaleza de Santa Engracia de Pancorbo, en el camino real de Francia,
          construida ex profeso durante la Guerra de la Convención para impedir el acceso enemigo
          al interior de España había sido entregada al un oficial de Moncey que había mostrado auto-
          rizaciones del Gobierno. El 2 de abril un batallón francés que se había quedado en Figueras
          disfrutando de la hospitalidad de sus vecinos, al mando del coronel Piat, había solicitado y
          obtenido del mando de la fortaleza, temeroso de enojar al aliado, el alojamiento de un grupo



          16  Le Moniteur Universel de 8 de julio de 1811 y de 17 de enero de1814.
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